conversan con su propio lenguaje

nuevos mundos

Dice Kandinsky (Rusia, 1866-1944) que "el pintar es un choque atronador de mundos diferentes destinados a crear en mutua lucha -y como resultado de ella- el mundo nuevo. Técnicamente, toda obra surge tal como surgió el cosmos: a través de catástrofes que del caótico mugir de los instrumentos terminan por hacer una sinfonía, que recibe el nombre de música de las esferas. Crear una obra es crear un mundo."
Asumo que las fotografías también son sinfonías visuales surgidas de un choque de mundos.

la propiedad compartida

las fotos publicadas en este blog, salvo indicación, fueron ideadas, realizadas y retocadas digitalmente por MagaPaula (mgP). pueden ser usadas, reproducidas y compartidas siempre que se citen autora y fuente. magapaula@gmail.com

alienados en la aglomeración







así, en esta ciudad (¿en todas?) conviven no tan amigablemente los que elijen encerrarse bajo siete llaves (o rejas) a rumiar sus posesiones, mientras otros, librados a su suerte, reciben, procesan y padecen los desechos de aquéllos...

Destruye, destruye, destruye

Monelle me encontró en la llanura, por donde yo andaba errante, y me tomó de la mano:
-No te sorprendas –dijo-, soy yo y no soy yo. Me volverás a encontrar y me perderás.
Un vez más volveré entre vosotros; pues pocos hombres me han visto y ninguno me ha comprendido.
Y me olvidarás y me reconocerás y me volverás a olvidar.
Y añadió Monelle: Yo te hablaré de las pequeñas rameras, y tú sabrás el comienzo.
(…)
Porque sabrás que las pequeñas rameras sólo salen una vez de la muchedumbre nocturna para cumplir una misión de bondad.
(…)
Has de saber que ellas lanzan un grito de compasión por vosotros y os acarician la mano con la suya descarnada. No os comprenden sino cuando sois desgraciados; lloran con vosotros y os consuelan.
(…)
Como Ana y como aquella muchacha sin nombre que encontró el joven y triste Bonaparte, la pequeña Nelly se sumergió en la bruma. Dostoievsky no dijo qué fue de la pequeña Sonia, pálida y demacrada. Ni tú ni yo sabemos si pudo ayudar a Raskolnikof hasta el término de su expiación. No lo creo. Se apagó suavemente en sus brazos, después de haber sufrido y amado en exceso.
Compréndelo: ninguna de ellas puede permanecer junto a vosotros. Se sentirán demasiado tristes y además tienen vergüenza de quedarse. Una vez que vuestro llanto ha cesado, ellas no se atreven a miraros. Os enseñan su lección y luego se van.
Vienen en medio del frío y de la lluvia para besar vuestra frente y enjugar vuestros ojos; después, las espantosas tinieblas vuelven a tragarlas. Pues tal vez deben irse a otra parte.
No las conocéis sino cuando se compadecen de vosotros. No debéis pensar en otra cosa. No debéis pensar en lo que hayan podido hacer en las tinieblas. Nelly en esa horrible casa, Sonia ebria sobre el banco del bulevar y Ana devolviendo el recipiente vacío en el comercio de vinos de una oscura callejuela, eran quizá crueles y obscenas. Eran criaturas de carne. Pero cuando salían de un oscuro callejón para dar un beso de piedad bajo el farol encendido, de la ancha calle, en ese momento se tornaban divinas.
Hay que olvidar todo el resto.
(…)
Y Monelle dijo luego: Te hablaré de la destrucción.
He aquí la palabra: Destruye, destruye. Destruye en ti mismo, destruye a tu alrededor. Haz lugar para tu alma y para las otras almas.
Destruye todo bien y todo mal. Los escombros son similares.
Destruye las antiguas moradas de los hombres y las antiguas moradas de las almas; las cosas muertas son espejos que deforman.
Destruye, pues toda creación proviene de la destrucción.
Para lograr la bondad superior hay que aniquilar la bondad inferior. Y así el nuevo bien parece saturado de mal.
Para imaginar un nuevo arte hay que destrozar el arte viejo. Y así el nuevo arte parece una especie de iconoclasia.
Pues toda construcción está hecha de ruinas y nada hay nuevo en este mundo sino las formas. Pero hay que destruir las formas.
Y agregó Monelle: Te hablaré de la formación.
El mismo deseo de lo nuevo no es más que la apetencia del alma que desea formarse.
Y las almas desechan las formas antiguas, así como las serpientes sus viejas pieles.

El Libro de Monelle, Marcel Schwob

¡agiten!





a podar el arbusto


el infierno tan temido

(...) El Gran Kan estaba hojeando ya en su atlas los mapas de las ciudades que amenazan en las pesadillas y en las maldiciones: Enoch, Babilonia, Yahoo, Butua, Brave New World.
Dice:
--Todo es inútil si el último fondeadero no puede ser sino la entrada infernal, y allí en el fondo es donde, en una espiral cada vez más estrecha, nos sorbe la corriente.
Y Polo:
--El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio.

LAS CIUDADES INVISIBLES, Italo Calvino

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