(…) La historia que me cuenta me recuerda a otras que he oído y leído de viajeros extraviados que son devueltos a la vida por nómadas y cazadores. Cuando vuelven, no son los mismos. Esa iniciación cambia su signo. Al año siguiente, Cartier-Bresson compró su primera Leica. Una década después era famoso.
La geometría, dice ahora, procede de lo que está ahí, de lo que se le da a uno, si uno está en posición de mirar.
Quiero preguntarle algo, le digo, por favor, tenga paciencia.
¿Yo? No puedo evitarlo. Soy impaciente.
El momento de hacer una foto, insisto, «el instante decisivo», como lo ha llamado usted, no se puede calcular ni predecir ni pensar. O.K. Pero ¿también se puede perder fácilmente, no?
Por supuesto, para siempre. Sonríe.
¿Qué es entonces lo que indica ese instante decisivo?
Prefiero hablar del dibujo. El dibujo es una forma de meditación. En un dibujo se añade línea a línea, trocito a trocito, pero nunca está uno muy seguro de cómo va a ser la totalidad. Un dibujo es siempre un viaje inacabado hacia una totalidad…
De acuerdo, contesto, pero tomar una foto es lo contrario. Sientes el momento de la totalidad cuando surge sin siquiera saber cuáles son sus partes. La pregunta que quiero hacerle es: ¿Es esa sensación el resultado de una hiperexcitación de todos los sentidos, de una especie de sexto sentido…
¡El tercer ojo!, añade él.
…o es un mensaje de lo que tiene uno delante?
Se ríe entre dientes –como las liebres en los cuentos- y se aleja de un salto a buscar algo. Vuelve con una fotocopia en la mano.
Aquí está mi respuesta…, es de Einstein.
La cita ha sido copiada con su propia letra. Leo las palabras. Están tomadas de una carta de Einstein dirigida a la mujer del físico Max Born, en octubre del ’44. «Tengo tal sensación de solidaridad con todo lo que está vivo que no me parece importante saber dónde empieza o acaba cada individuo…»
John BERGER, Hombre mendigando en el metro, en “Fotocopias” (1995)